La pasión me lleva a entrenar
Entrena duro para llegar a Río 2016. A él le falta una pierna, pero le sobra corazón.
Recupera un poco de aire mientras se cambia, sube a la bici, y comienza a pedalear. La lluvia que acompañó su estadía londinense le había dado un descanso durante el nado, pero volvió para quedarse, persistente y molesta. Mientras termina la primera de las seis vueltas de la prueba de ciclismo, su entrenador le grita que está sexto. Juan Manuel se alegra, y sigue pedaleando con todas sus fuerzas. Sabe que correr es su punto débil, por lo que tiene que terminar esta segunda prueba en la mejor posición posible.Baja de la bici, ahora sí cansado, y se cambia rápido para empezar a correr.
El peso de la carrera se siente, pero todavía falta un último esfuerzo. El suelo mojado provoca algunos resbalones, pero ninguna caída, y al rato Juan Manuel ve el arco de llegada, rodeado por tribunas llenas de gente gritando y saludando. Se emociona, y trata de apretar el paso, aunque sólo logra mantener el ritmo que lleva. Cruza la línea de llegada feliz, y un rato después se entera de que terminó decimotercero.
¿Esa carrera me mostró que estoy corriendo en un nivel muy importante, y que tengo que entrenar mucho más para poder meterme entre los diez primeros?
Cuenta ahora en el CeNARD, justo antes de empezar con su rutina de entrenamiento. Su gran objetivo es estar en Río 2016.
A Juan Manuel le falta una pierna, la izquierda, desde que tiene diecisiete años. Desde Bragado, su ciudad, salió en moto junto a su amigo Pablo Zaldarriaga hacia Junín. Era una madrugada de 1992, y el tedio de la ruta, mezclado con la cadencia acompasada de la moto al andar, fueron adormeciendo a Juan Manuel. A lo lejos vio una rotonda, cabeceó, y cuando abrió nuevamente los ojos ya la tenía encima. El resultado del choque no fue grave: Pablo salió ileso, y Juan Manuel se fracturó tibia y peroné. Nada demasiado alarmante. El problema surgió después: una infección hospitalaria complicó las cosas, la situación se volvió irremontable, y sólo quedaba amputar.
- Fue muy difícil el primer momento, muy raro el despertarme y estar sin una pierna. Pero tenía un montón de amigos alrededor, y la familia. Todo eso me contuvo muy bien como para que se pase mejor.-
Antes del accidente, Juan Manuel practicaba taekwondo. Si bien no tenía intenciones de competir, el deporte siempre le gustó y lo mantuvo vivo. Pero el accidente le impidió seguir con esta actividad.
- Estuve sin hacer nada durante cuatro o cinco años, hasta que empecé a pedalear por mi cuenta, simplemente para andar, porque cuando a uno le gusta el deporte siempre está necesitando seguir haciéndolo.-

- Al principio todo son dudas. “¿Cómo voy a correr? ¿Cómo voy a pedalear?”, eran cosas que se me cruzaban por la cabeza.
Su primera carrera fue en Bragado. La modalidad de la competencia era por equipos, y Juan Manuel se tuvo fe para el agua. “Nadé muy mal”, cuenta ahora entre risas. Cuando comenzó a correr, lo hizo con los bastones canadienses, muy parecidos a las muletas. No era lo ideal, perdía mucho tiempo y gastaba mucha energía, pero él no aflojó.Un día, entrenando, se le acerca Alfredo Soto y le pregunta por qué no corría con prótesis. El motivo: Los treinta mil pesos que costaban entonces. Alfredo, dueño de una empresa de seguridad, se ofreció a pagarlas a manera de patrocinio. Con ese envión, Juan Manuel reservó un pie, y se anotó también en una fundación estadounidense. Antes que el pie reservado, le llegó la aprobación de parte de la fundación, así que canceló el otro.
- Alfredo se ahorró el pie, aunque me siguió patrocinando. Gracias a él, a que me dio ese empuje para poder tenerlo, conseguí lo otro.
El pie ya estaba, pero todavía faltaba saber si Juan Manuel sería capaz de correr con él. El muñón que quedó como vestigio de su pierna izquierda es muy corto, por lo que no desarrolló musculatura en esa zona, y el esfuerzo para avanzar tiene que hacerlo desde la cadera. El desgaste es muy grande, y un técnico ortopédico al que consultó le dijo que no iba a poder hacerlo, que a lo sumo podría trotar un poco.
- Por suerte no le hice caso. Conseguí el pie y me dije “pruebo, si puedo correr veinte metros, significa que es posible. El resto es entrenar”. Y pude.
Más allá de su condición de atleta internacional, Juan Manuel trabaja ocho horas por día en el área de sistemas de una gran empresa. Antes o después de su extensa jornada laboral, entrena en la pileta, la pista o el gimnasio. Muchos de los atletas contra quienes compite son profesionales, pueden entrenar más y descansar mejor. Sin embargo, eso no lo frena, él sigue con la vista fija en los Juegos Paralímpicos de Río de Janeiro.
-¿Por qué hacés todo este esfuerzo? ¿Qué te deja?
- Yo creo que es la vocación que tengo por el deporte, y por competir. No hay una explicación razonable a entrenar en la pista, ir a mil, terminar hecho pedazos, con dolor en los músculos, no poder ni mover las piernas, y sin embargo estar feliz porque salió un buen entrenamiento. Es la pasión que tengo por el deporte la que me lleva a entrenar y disfrutar de cada entrenamiento. Después, la competencia es como un examen, es mostrar todo ese trabajo, todo ese esfuerzo.
En esos exámenes que son las competencias, las notas de Juan Manuel son más que satisfactorias. Hoy está entre los dos mejores en su categoría a nivel panamericano, y entre los trece mejores a nivel mundial. La beca que recibe del Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (ENARD) le permite viajar a las distintas competencias internacionales junto a Eugenio Balbi, su entrenador, y María Luján Soto, su handler – algo así como una asistente en el parque cerrado, que le alcanza las prótesis y lo ayuda a cambiarse.
- Es muy emocionante poder ir a un torneo internacional, a un campeonato del mundo, llegar y ver tu bandera. Más allá de correr por vos, estás representando al país, al deporte, y hay presiones. Buenas presiones.
Cuando termina un entrenamiento muy exigente, o una competencia agotadora, a Juan Manuel le duele todo. Hasta la pierna que ya no tiene. El síndrome del miembro fantasma consiste en seguir recibiendo sensaciones del miembro que ya no está, porque dentro del mapa cerebral hay un lugar dedicado a esa pierna amputada.
- A veces me duelen el pie o la rodilla, aunque no existan. Si el cerebro manda órdenes a un lugar que ya no existe, la devolución es dolor. Incluso, me tomo una pastilla para el dolor y actúa como si estuviera, porque se calma.
Juan Manuel vive solo, conserva muchas amistades de Bragado (entre ellas, el maratonista olímpico Miguel Bárzola), fue juntando algunas más en La Plata y Buenos Aires, y desde hace unos años está en pareja. Con 37 años, fue superando los obstáculos que se le cruzaron, sin ansias de revancha ni intenciones de ser ejemplo para nadie. Él simplemente no se cayó y decidió que todo continuara de manera normal.
- Yo soy muchas cosas, y además me falta una pierna. Puede ser que el accidente haya cambiado mi vida, pero yo era muy chico y toda mi vida adulta la viví así. Es difícil saber cómo hubiera sido todo si esto no pasaba. Sí hay bajones, o momentos en los que me pregunto por qué me pasó a mí, pero no más que eso. Quizá esto haya hecho que me las rebusque por mí mismo y que tenga que hacer un poco más de esfuerzo en todo lo que emprenda. Soy luchador, muy perseverante, porfiado. Cuando quiero algo, lo busco hasta conseguirlo. Nunca me voy para atrás.
Por Juan Martinez para Revista O2
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